Aunque los cánceres infantiles son raros, en Estados Unidos aún son la causa principal de muerte por enfermedad para los niños entre las edades de 1 y 14 años. Este año, se espera que un estimado de 9,100 casos nuevos de cáncer infantil sean diagnosticados, y la considerable cantidad de 1,400 niños y adolescentes morirá trágica y prematuramente.
Afortunadamente, los avances en el diagnóstico y tratamiento de estas devastadoras enfermedades han ayudado a muchos pacientes jóvenes a sobrevivir. Desafortunadamente, no puede esperarse que una enfermedad tan seria, a una edad tan jóven deje ilesas a sus víctimas jóvenes. El diagnóstico y tratamiento del cáncer provoca considerable estrés, poniendo al niño en un mayor riesgo de problemas psicológicos en una etapa posterior de su vida.
Recientemente, en Dinamarca, un grupo de investigadores decidió investigar los índices reales de hospitalización por trastornos psiquiátricos entre un grupo grande de sobrevivientes de cáncer infantil. Los resultados de su estudio, publicados en la edición del 14 de agosto de 2003 del New England Journal of Medicine, , demuestran la extraordinaria resistencia emocional de estos niños. Los investigadores encontraron que, a excepción de quienes fueron diagnosticados con un tumor cerebral, los sobrevivientes de cánceres infantil y adolescente no están en mayor riesgo de hospitalización por trastorno psiquiátrico, en comparación con cualquier otra persona.
Los investigadores estudiaron los registros médicos de 3710 personas que habían sobrevivido a un diagnóstico de cáncer en su infancia o adolescencia. Ellos recopilaron información sobre la fecha del diagnóstico, el tipo de cáncer diagnosticado y si se había usado o no radioterapia para tratar el cáncer.
Empezando tres años después del diagnostico y durante un período de 24 años, los investigadores compararon el índice de diagnóstico psiquiátrico y hospitalización para los pacientes en el estudio con el número esperado en la población general.
El estudio encontró que entre los 3710 sobrevivientes de cáncer en la infancia y adolescencia, hubo un total de 88 hospitalizaciones psiquiátricas. Y aunque, en efecto, el riesgo de hospitalización por cualquier enfermedad psiquiátrica fue más alto entre los sobrevivientes de cánceres infantil y adolescente que en la población general, este riesgo mayor se restringió a quienes habían sobrevivido al diagnóstico de un tumor cerebral. Muchos de estos pacientes mostraron un riesgo mayor de psicosis directamente relacionada con el efecto del cáncer o su tratamiento sobre el cerebro. Sin embargo, incluso ellos no tuvieron un riesgo mayor de otros diagnósticos psiquiátricos, incluyendo depresión .
El estudio concluyó que entre los sobrevivientes a largo plazo del cáncer en la infancia o adolescencia, sólo los que sobrevivieron a tumores cerebrales tuvieron un riesgo mayor de trastorno psiquiátrico y que el tipo de trastornos psiquiátricos sufridos por estos pacientes estuvo restringido en gran parte a los efectos de la lesión cerebral.
Estos resultados son consistentes con los de un número de estudios más pequeños que no mostraron prevalencia excesiva de ansiedad , depresión o trastorno general del estado de ánimo entre los sobrevivientes de cáncer infantil o adolescente, en comparación con los de la población en general.
Aun más importante, este estudio deja claro que a pesar de su corta edad (o tal vez debido a ella), aparentemente los niños cuentan con una enorme resistencia emocional. Estos asombrosos niños deben servir como una inspiración a los adultos a los que, cuando enfrentan retos similares que amenazan la vida, les podría resultar difícil reunir la fuerza emocional necesaria para sobreponerse.
FUENTES ADICIONALES DE INFORMACIÓN:
The National Cancer Institute
http://www.cancer.gov
American Cancer Society
http://www.cancer.org
Fuentes:
Ross L, Johansen C, Dalton SO, et al. Psychiatric hospitalizations among survivors of cancer in childhood or adolescence. N Engl J Med. 2003; 349;7:650-657.
Simone JV. Childhood leukemia—successes and challenges for survivors. N Engl J Med. 2003; 349;7:627-628.
Último revisado Agosto 13, 2003 por Richard Glickman-Simon, MD
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